Análisis de Pablo Paroli, Licenciado en Filosofía, Colaborador Honorario del Proyecto
Transformación de la Mediación: el conflicto entre tradición y transmisión
En el capítulo 1, el autor utiliza un pasaje de Homi Bhabha a partir del cual visualiza la forma en que se constituye la “otredad”, quedando su lugar establecido no como un opuesto al yo, sino a partir de su negación “La otredad debe ser vista como la negación necesaria de una identidad primordial, cultural o psíquica” (p. 28). En relación a la producción de esa otredad, afirma que las redes de comunicación la generan desde un “no-tiempo y un no-lugar”, desde el cual se observa una guerra de identidad vs alteridad “sin referencias históricas o representativas específicas”.
Análisis de Pablo Paroli, Licenciado en Filosofía, Colaborador Honorario del Proyecto Transformación de la Mediación: el conflicto entre Transmisión y Tradición
Sobre los medios de comunicación, más adelante utiliza las características atribuidas a la verdad por Paul Virilio y afirma que hay un cambio de los cánones desde los que algo es designado por verdadero. Se pasa de la objetividad a la actualidad (p. 29). En la siguiente página continúa con el tema de las transmisiones en directo, dice: “Este aparataje espectacular produce un giro epistemológico tan radical que alguien cuando afirma decir la verdad puede estar indicando completamente lo contrario de ésta, solo tiene que pronunciar un discurso coherente y creíble: único requisito para que pase a ser verdad”.
De aquí al apocalíptico paso de la clausura de la referencia parece no haber casi distancia: “la correspondencia entre palabra y cosa, propia del estadio de la oralidad, que había sido sustituido por la noción de representación de la cosa por la palabra en el estadio posterior de la invención de la imprenta, cede su lugar ahora a la creación de simulacros”. Y de aquí resulta la conclusión que ya ha sido anticipada “El mundo se parece cada vez más a los simulacros que difunden las pantallas televisivas o informáticas, es decir, parece encapsulado en torno a un mensaje disimulado sin referencias ni pautas representativas que puedan servirle como sostenedor del mismo” (p.29).
i) La afirmación del parecido entre el simulacro y el mundo liquida la ausencia de referente atribuida al simulacro. Al hablarse de un “parecido” se está intentando establecer una relación que vincule ambos dominios. Ya no se está hablando dentro del plano del sistema simbólico que después se verá reflejado en un monitor, sino que se trata de establecer una relación entre dos conujuntos diferentes: lo visualizado en ese monitor y lo existente fuera de él. Eliminada la idea de no referencialidad (porque de hecho ya pasa a existir una dupla signo-referencia) habrá que discutir el grado de convencionalismo que se le puede atribuir a la relación y desde dónde se produce.
ii) Es un hecho que el mundo se parece cada vez más a lo difundido en las pantallas televisivas. Y también se parece a lo reflejado en las fotografías, en el cine, en los dibujos, en los bosquejos, etc.. La afirmación no es escandalosa. Recuerda Gombrich a Oscar Wilde, para quien “no había niebla en Londres antes de que Whistler la pintara”, o el –ya sí escandaloso- irrealismo de Goodman “la naturaleza es un producto del arte y del discurso”. Pero de aquí no se puede inferir que el mundo no impone una cierta corrección a las representaciones que de él se hagan. Es cierto que “casi cualquier cosa puede representar a cualquier otra” (Goodman), pero una vez que se establece un sistema de referencia, los objetos que tengan un determinado tipo de características “automáticamente” se incorporarán bajo cierto concepto o representación. El convencionalismo del signo no implica su relatividad.
iii) El problema de planteos como el de la “clausura de la referencia” en los que son decisivos los medios materiales de su producción (digital) en el momento de establecer la verdad de la representación, dejan en un callejón sin salida al propio argumento. Si lo transmitido proviene de los medios digitales, entonces se le deben atribuir todas las características propuestas a estas transmisiones, lo que implica que cualquier representación ofrecida en base a esos medios pasará a ser un simulacro, inclusive las propias representaciones. Todo pasa a ser simulacro. Lo único que interesa es que la lógica de la representación sea coherente, por lo tanto se nos “pierde” el mundo a todos (incluyendo al “Otro”).
¿Qué parece quedar entonces? HECHOS PUROS. Para contrarrestar la mediatización de la información, en el libro se recurre constantemente al “hecho puro”, en contraposición a lo transmitido por los medios, por ejemplo cuando se compara lo informado por las cadenas internacionales durante la guerra de Irak y lo que “realmente” sucedió. Así como no se puede aceptar que una transmisión sea “verdadera” por ser “en directo”, no se puede aceptar que una observación sea “verdadera” por ser “en directo”. La observación no es neutral (Arnheim. Gombrich. Hoschberg, etc. etc. etc.).
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